lunes, 31 de agosto de 2015

Qué hacer cuando tu pasado te persigue



 “Hay un pasado que se fue para siempre pero hay un futuro que todavía es nuestro”.
   Frederick William Robertson


El pasado es ese punto de nuestra historia que vuelve en cualquier momento para recordarnos quién fuimos ayer y quienes somos hoy. Y es que, independiente de que esos momentos fueran buenos o malos, ya pasaron. Con todo, el pasado sigue ahí y nos acompaña cada día allá donde vamos. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestro pasado nos atormenta, ensombreciendo el sol del presente?  Pues que se puede llegar a pasar entre regular y muy mal. Y lo cierto es que todos tenemos derecho a sentirnos bien(OMS,2013). Aunque bienestar y felicidad no son lo mismo, sí parece que tenemos derecho a,  cuanto menos, unas migajas sustanciosas de felicidad. Esto es coherente con lo que nos dice la Dra. Francine Shapiro. al afirmar que. "sólo porque lo sientas no tiene por qué ser verdad". 



El enfoque EMDR ( Eye Movement Desensitization and Reprocessing o Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares) asume que cuando los recuerdos nos afectan en el presente es porque nuestro cerebro no tuvo la oportunidad para poder integrarlos con éxito. De esta manera, el cerebro intenta superar estos recuerdos (o síntomas), traiéndolos al presente una y otra vez con el fin de que nos acostumbremos a ellos. Por tanto, el enfoque EMDR asume que la ansiedad, los miedos, las obsesiones y otros problemas nacen de experiencias pasadas no resueltas.


Ahora bien, unas de las limitaciones actuales del EMDR es que está indicado sobretodo para el Trastorno de Estrés Postraumático, reduciendo entre 77 y el 100% de la secuelas psicológicas derivadas de los traumas. Cierto es que hay resultados prometedores para la Depresión Bipolar. Pero también es cierto que para problemas como la depresión, puede ayudar a superar e integrar experiencias traumáticas, aunque lo hará como complemento a otras terapias psicológicas de eficacia conocida, las cuales es preciso que el profesional domine. La utilidad como complemento para la depresión, viene de la mano de que la depresión, con frecuencia, surge a raíz de algo (fallecimiento de alguien importante, ruptura amorosa, despido, etc.). El EMDR ayudará a reducir las emociones sobre los disparadores de los pensamientos depresivos y gracias a otras técnicas permite a la persona avanzar hacia delante.


Pero, ¿cómo  se superan los traumas usando EMDR? Pues mediante el Procesamiento Adaptativo de la Información (PAI), que es una capacidad del cerebro para procesar recuerdos. Imagínese que su mente es una red y que las malas experiencias que le azoran son hilos sueltos de esa red. El EMDR “reconecta” estas experiencias sueltas dentro de la red gracias a la capacidad natural del cerebro para reconectar redes, la cual llamamos PAI. 
Si por casualidad le viene a la mente el anuncio de algún champú reparador de puntas, también sería un buen ejemplo de cómo actúa el EMDR. Por tanto, es el PAI el que permite dar sentido y utilidad a las malas experiencias (o síntomas), haciendo adaptativo lo que es desaptativo. En otras palabras, permite que el cerebro asimile lo malo para que de ello se pueda sacar una experiencia productiva.


¿Y todo esto se hace sólo hablando de los traumas? Si bien es cierto que la escucha es  una parte importante del proceso, va más allá de hablar y escuchar. La herramienta principal es la activación de los dos hemisferios. Si usted toca su pierna derecha, su hemisferio izquierdo es el que se activa y viceversa. El EMDR usa los Movimientos Oculares (M.O.) como principal método de activación de ambos hemisferios. Como supondrá, existen otros métodos de estimular ambos hemisferios.  Muy resumidamente el proceso terapéutico es el siguiente:  en la fase 1 es donde la escucha y la comprensión tienen una importancia capital ya que de ella depende los traumas que se van reprocesar. Estos traumas son el objetivo del EMDR,  por ello se llama targets (objetivos en inglés). Básicamente hay dos tipos de targets. Las primeras "T" representan amenazas contra la vida o la integridad física de las personas. El segundo tipo son las "t", y representan momentos en los que una persona se sintió abandonada o  con carencias afectivas (f el abandono en la infancia solía ser sinónimo de muerte).  

En la fase 2 se prepara al paciente y se le dota de los recursos psicológicos necesarios. Se establece lo que se denomina "Un lugar seguro".En la fase 3 se mide el grado de perturbación del las "T" o las "t". Ya en la fase 4, podríamos decir que es donde más se aplican los Movimientos Oculares (MO). En las fases 5, 6, 7 y 8 es donde nos aseguramos que el reprocesamiento de la experiencia se ha producido correctamente, lo afianzamos y preparamos a la persona para el futuro. Entonces el proceso llega a su fin.  A lo largo se ha trabajado con  los elementos que componen los targets o recuerdos a procesar (Imagen, Cogniciones, Emociones, Sensaciones Físicas) así como las creencias negativas que nos pesan. Más allá de la sensaciones subjetivas, estamos ante una herramienta psicoterapéutica que, tal y cómo  comenta Pagani (2012), produce cambios neurológicos en el área límbica (lugar implicado en el almacenamiento y recuperación de la memoria, entre otras funciones) así como a regiones asociativas.


Esquema gráfico del área Límbica y descripción de algunas de sus funciones.


Además de estos cambios neurológicos, es importante aclarar que a lo largo del proceso de EMDR, hay buenos y malos momentos. Dentro de los buenos están las sensaciones de reconciliación, de tranquilidad, de seguridad o de volver a sentir cariño por un padre. Dentro de los malos están la tristeza, la soledad, la rabia y la culpa que llevamos en nuestro interior día a día y que guardamos en el cajón del falso olvido. Es lógico pensar que cuando aparecen recuerdos que llevan mucho tiempo ahí abajo, uno se encuentra con sensaciones paradógicas, con emociones intensas y con reacciones curiosas. Pero así es cómo un pasado oscuro puede dar a luz a un  futuro prometedor. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Tipos de entrevista en psicología forense

Una vez un funcionario de justicia con más de cuarenta años al servicio del Estado español, me dijo: “así quieras la respuesta, así has de formular la pregunta”. Y desde luego, existen sobrados argumentos científicos que ponen de manifiesto que la manera de preguntar afecta a la manera de responder. En el caso de los y las testigos, la manera de realizar las entrevistas determinará, entre otras cosas,  la cantidad y la calidad de información que de ellos se puede extraer. De manera clásica, jueces, policías y abogados se sirven dos instrumentos básicos:

-          Entrevista Narrativa.  El método busca que el sujeto relate o narre libremente los acontecimientos tal cual los vivió. De manera que, el testigo se limita a dar su versión recordando los detalles que acuden a su mente. Ejemplo: “¿qué fue lo que pasó?”


-          Entrevista Interrogativa. Este método consiste en hacer preguntas concretas sobre los hechos, de manera que el testigo va siguiendo sus recuerdos guiados por el entrevistador. Ejemplo: En el momento de los hechos, ¿usted estaba en el salón o la cocina?


Tal y como cita el Dr. Ramón Arce de la Unidad de Santiago de Compostela y su equipo, fue Alonso-Quecuty (1993) la que propuso la utilización conjunta de la entrevista narrativa  y la interrogativa como solución a este problema. Obviamente, el orden de utilización es sumamente importante. Primero ha de utilizarse la entrevista narrativa y posteriormente la interrogativa. Si primero se lleva a cabo la Entrevista Interrogativa y luego pasamos la Entrevista Narrativa, correremos el peligro de que los interrogadores, con sus preguntas estén contaminando detalles narraciones posteriores. Esta influencia es lo que se conoce como información postsuceso. En otras palabras, la influencia de los entrevistadores puede estar afectando algunos detalles de los recuerdos,  importantes o no para en el proceso judicial. A tal efecto, D. Antonio L. Manzanero ha publicado un nuevo libro, dando cuenta de estos procesos de interferencia y otros fenómenos relacionados con la memoria. 

Retomando el tema anterior, la entrevista policial o estándar adolece de una serie de problemas, puestos de manifiesto por Fisher, Geiselman y Raymond (1984) identificando tres problemas fundamentales:


-Frecuentas interrupciones en las descripciones de testigos. Esto genera menos información de la que realmente hay. Le memoria no entiende de recuerdos importantes o no importantes, se limita enlazar unas cosas agrupándolas en nodos de memoria. Con frecuencia es preciso activar nodos latentes a través de la reconstrucción de contextos (véase la Entrevista Cognitiva explicada por Ibáñez Peinado, 20081). De manera que las interrupciones generan información más vaga e imprecisa ya que a los testigos no se les da  tiempo y concentración para que sus memorias activen todos los nodos a los que están conectados.

-Exceso de preguntas de respuesta corta (p .ej: ¿Estaba usted en el baño o en el salón?).Este tipo de preguntas genera en el testigo una tasa inferior de concentración a las preguntas abiertas. Además, la información obtenida se circunscribe únicamente a la solicitud formulada, de manera que se pierde información valiosa pero no solicitada.


- Secuencia inadecuada de preguntas. 

o   Predeterminado (p.ej: Cuente desde el principio): Puede contravenir la representación mental del testigo ya que la memoria no siempre va de adelante hacia atrás.
o   “De vuelta atrás”:Interrumpen el flujo argumentativo.
o   Arbitrario: Interrupciones y problemas de concentración.


Más allá de los problemas de la entrevista policial o estándar existen una serie de cuestiones a tener en cuenta cuando es un agente de policía el que realiza el interrogatorio a un detenido. Tal y como nos dice la doctora en Filología Hispánica Raquel Taranilla (2011)2, el interrogatorio es “el medio por el cual el presunto responsable de un delito manifiesta sus conocimientos a cerca de los hechos que se le imputan”. Así mismo, desde varias teorías sociales provenientes del marco del Análisis Crítico del Discurso, el interrogatorio es una actividad orientada a confirmar y legitimar las conclusiones de quien pregunta, un agente en este caso.  Más allá de la influencia de teorías sociales, desde la psicología se sabe que tanto en el interrogatorio como en cualquier otra tipo de situación, entran en juego una serie de tendencias hacia la que cae todo aquel que tiene cerebro humano. Estas tendencias reciben el nombre de heurísticos; maneras del cerebro para buscar información y respuestas rápidas. Lógicamente y como casi todo lo rápido, tiene una elevada tendencia a al error, de ahí que se llamen sesgos (cognitivos). A continuación, se exponen dos de estos errores que tienen mucha relevancia a la hora de hacer un interrogatorio y una entrevista de una sola sesión:

Sesgo de confirmación. Esta tendencia del cerebro, descrita por Peter C. Wason, no es más que la tendencia a buscar información compatible con nuestras ideas, creencias o hipótesis,  independientemente de que esa información sea objetiva o no. Por tanto, el mero hecho de pensar que una persona es culpable nos llevará a seleccionar aquella información que nos confirme la culpabilidad.En el siguiente vídeo se nos ofrece una explicación de la enorme influencia de este sesgo: 



Error fundamental de atribución (también conocido como sesgo de correspondencia). Fue descubierto por Lee Ross (1971) y ocurre a la hora de explicar un comportamiento ajeno. Este efecto consiste en la tendencia a pensar que el comportamiento  externo (p.ej: una reacción de enfado) se debe a las características internas del individuo (p.ej: es un vinagre de hombre o un amargado) antes que a variables externas al individuo (por ejemplo, que la situación resulta angustiosa o que tiene un mal día). En otras palabras, es la tendencia a pensar que los demás actúan porque son así , antes que pensar que es la situación la que les puede estar llevando a actuar de esa manera. Obviamente, este sesgo no entra en juego cuando es nuestro comportamiento el que hay que explicar. De esta manera, tendemos a pensar que si alguien se salta un semáforo es un incívico, un irrespetuoso o un descuidado. Si por el contrario somos nosotros los que nos saltamos el semáforo tenderemos a pensar que fue un descuido (ajeno a nuestra voluntad ya que estábamos preocupados o ansiosos) o que sencillamente llevábamos prisa.

Por tanto, el arte de hace preguntas y generar respuestas está lejos de ser una cuestión sencilla o banal. Por ello, es importante plantearse qué método de entrevista resulta el más adecuado a la situación. De cualquier manera,  incluso procedimientos avanzados, efectivos y especializados como la Entrevista Cognitiva Mejorada (Fisher y Geiselman, 1992)  o la Entrevista Clínico-Forense (Arce y Fariña., 2005) precisan ser complementados de otros métodos para gozar de una adecuada fiabilidad y validez. A mayores, tal y como citan varios autores, son precisos muchos años de formación en estas técnicas. De esta manera, parece ser que el único enfoque con garantías suficientes es la aproximación multimétodo. Algunos de estos complementos a la entrevista son:

-    Repetición de la declaración en dos momentos diferentes con diferencia entre ambas con al menos una semana.

-   Grabación de las entrevistas (tanto para una adecuada  y de ser el caso, metódica transcripción, como para la revisión por parte de otros agentes jurídicos: magistrados, letrados, fiscalía o peritos de parte) y aplicación de métodos de gimnasia cognitiva (técnicas facilitadoras del recuerdo).

-   Contraste de las diversas declaraciones a lo largo del proceso mediante un sistema estandarizado (p.ej: el SVA, acrónimo de  Statement Validity Assessmen).

-   Estudio psicométrico del evaluado (usando pruebas de control de la simulación/disimulación: MMPI-2, 16 PF-5, SIMS, etc.).

-   Establecimiento de la huella psíquica del delito, de ser el caso.

-   Consulta de bibliografía especializada para el contraste de hipótesis.

Por todo ello, si usted desea que se refleje de manera fiel y neutra la comisión de ciertos hechos, es muy probable que precise lo servicios de un profesional especializado. Así mismo, le recordamos que los lugares propicios para poner una denuncia son las comisarías de policía y también los juzgados de guardia. 

Antes de cerrar, deseo dedicarle este artículo a D. Ricardo Manuel Martín Ferrera, funcionario de justicia que desempeñó durante más de cuarenta años una labor encomiable dentro de los Juzgados de Instrucción, Primera Instancia, Juzgados de lo Penal y Vigilancia Penitenciaria de las Palmas de Gran Canaria.


Referencias.
1 Ibañez Peinado, 2008. La Entrevista Cognitiva: Una revisión teórica. Psicopatología Clínica Legal y Forense, Vol. 8, 2008, pp. 129-159.

2 Taranilla, Raquel (2011). Análisis Lingüístico de la transcripción del relato de los hechos policiales en el interrogatorio policial. ELUA. Estudios de Lingüística. N. 25 (2011). ISSN 0212-7636, pp. 101-134

jueves, 5 de febrero de 2015

Tipos de daño a reclamar


De manera general, se habla de dos clases de daño: el daño patrimonial y los daños extrapatrimoniales (Navarro y Segura, 2008).  Dentro del daño patrimonial, esto es,  el referido sobre las propiedades del perjudicado, se incluye el coste de las reparaciones de las propiedades (daño emergente) así como las pérdidas de ingresos producidas a raíz del evento (lucro cesante).

Más allá de los daños ocasionados sobre las propiedades del perjudicado y aquellas que pudo conseguir,  están los daños extrapatrimoniales, a saber, el daño corporal y el daño moral (dentro del cual está el daño psicológico). Pudiendo entenderse, de esta manera, que una persona no posee un cuerpo o una mente, si no que es ambas cosas.

En cuanto al daño extrapatrimonial, se considera difícil su reparación por la tasación del mismo. Y es que, si bien es fácil saber cuál es el valor de una propiedad o el dinero que se ha dejado de ganar, más complicado parece estimar cuánto vale una persona y sus respectivas partes. Al menos, si no se lleva una adecuada evaluación de la persona. De  esta manera, se ha generado una abundante doctrina y jurisprudencia (Navarro y Martín, 2008) en relación con los daños extrapatrimoniales buscando mejoras en las clarificación y cuantificación de los mismos. Con tal suerte, que el daño moral se ha definido como aquello que “no es daño emergente ni lucro cesante” (Polacco, 1915, tal como se cita en Navarro y Martín, 2008, p. 45). Esto es, aquel daño que no consiste en una pérdida económica o en una falta de ganancia.

Definición más abstracta del daño moral, aunque más reciente, es la ofrecida por el Tribunal Supremo, un glorioso 31 de mayo del año 2000 (RJ200/5089) que lo define como: “daño que recae sobre el acervo espiritual” (Navarro y Martín, 2008, p. 46). Más ampliamente,  se han dado descripciones más exhaustivas y cercanas como la dadas por Álvarez (1966), que  incluye dentro del daño moral, aquellas cuestiones no pecuniarias como son “el dolor, los sentimientos y afectos más importantes y elevados del perjudicado así como los bienes de la persona como salud, libertad, honestidad, honor, etc.” ( tal y como se cita en Navarro y Martín, 2008, p. 45). Desde el punto de vista psicológico, ésta es una definición especialmente acertada ya que nos abre el campo a clasificar aquellas áreas susceptibles de sufrir un menoscabo.

Ya de lleno en el daño moral, es pertinente ilustrar que procede de la locución latina pretium doloris  (Barrientos, 2008) o “precio del dolor”, expresión originaria del seno del derecho canónico. Una expresión similar ha sido usada por el derecho alemán  bajo el  término "Wergeld"; "rescate de la sangre" o "dinero del dolor". Por tanto, se aprecia bajo el paradigma del Derecho Comparativo, como dos culturas diferentes alcanzan la necesidad de restablecimiento de los perjuicios originados por un acontecimiento de consabidas consecuencias dolorosas.


Una cuestión muy relacionada con la reparación del daño es la de las valoraciones globales realizadas por los Órganos Jurídicos. En principio, parece existir consenso en rehuir de éstas en la línea marcada por la STS de 13 de junio de 1986 (RTC 1986/78),  por la cual se “establece la necesidad de detallar las sentencias indemnizatorias por las cuales se repara el daño así como motivar las cantidades concedidas para evitar el fenómeno de una valoración global” (Navarro y Martín, 2008, p. 49). Ahora bien, de acuerdo con el Real Decreto  8/2004, de 29 de octubre por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguros en la Circulación de Vehículos a Motor, a lo largo  de las Tablas de indemnización una expresión bastante repetida es la de “daños morales incluidos”. Este fenómeno contradictorio es el que ocurre en las  Tablas I y III, que figuran en el Anexo del Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguros en la Circulación de Vehículos a Motor ( LRCSCVM)  y actualizadas como corresponde anualmente en el BOE del 30 de enero de 2013, relativas respectivamente a  “Indemnizaciones básicas por muerte incluidos daños morales” e “Indemnizaciones básicas por lesiones permanentes (incluidos daños morales)”. Por tanto, al darse el término de daño moral como elemento incluido dentro del daño corporal,  la recomendación del Tribunal Supremo podría caer en saco roto a favor de una sistematización globalizadora.

Una matización obligada, tal y como se cita López y García (2012), se refiere al concepto de pretium doloris , entendiendo éste, no como daño moral en sentido estricto, si no como dolor producto del daño corporal, que si bien no puede ser reparado, sí pude ser compensado. Afirmando  que el pretium doloris, bajo esta acepción literal,  tan poco se incluiría en la Tabla III.

Sea como fuere, en España, se da una tendencia a incluir los daños morales dentro de las lesiones básicas o complementarias a menos que se constate su existencia. De manera que, por defecto, una sentencia tendrá tendencias globalizadoras. Afortunadamente, otras naciones como Reino Unido,  Bélgica, Francia  o Italia han resuelto, el problema de las valoraciones globales, unas con más elegancia y acierto que otras, máxime en el caso de Italia que separa la indemnización del daño corporal de la del daño moral, siendo la indemnización total la suma de ambas.





¿Por qué un menor dice que rechaza a un padre o madre? El menor posicionado.

Con frecuencia madres y padres acuden a las consultas de psicología con una pregunta bajo el brazo: ¿por qué mi hijo o hija me rechaza? En la mayor parte de los casos esto suele ocurrir en casos de separación, divorcio o disputa conyugal. Estos progenitores, afectados  por el rechazo de sus hijos, suelen haber buscado en internet pistas de cuál es la causa de semejantes sentimientos. Ya de base, suelen pensar que es la ex pareja la causante de tal rechazo, a veces con razón. En cualquier caso, y gracias a internet, la suelen venir  a consulta  con la idea más o menos clara de que lo que les pasa a sus hijos/as es un Síndrome de Alienación Parental (SAP) o “algo parecido”. Esto quiere decir que, sencillamente, el progenitor que tiene la custodia está usando al menor (o menores) para ponerlo en contra del otro progenitor, bien por despecho, rencor u otros motivos diversos.  Los comportamientos de rechazo de los menores pueden expresarse mediante críticas encubiertas del tipo (“estás gordo/a” o  “no haces nada”) hasta críticas claramente abiertas (“eres un inútil”,  “eres un sinvergüenza”  o  insultos diversos) llegando incluso a las agresiones físicas.

Como algunos autores ya han indicado, el Síndrome de Alienación Parental (SAP),  propuesto por Gadner en 1985, es un término válido en tanto que describe una realidad,  pero que precisa de algunos matices importantes. El primero de ellos es que no se puede hablar de síndrome ya que no está recogido en los tratados de Psiquiatría y Psicología (DSM-V y CIE-10). El segundo matiz es que con relativa frecuencia son otras figuras familiares (abuelos, tíos o actuales parejas) las que pueden estar vilipendiando al progenitor rechazado.
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Un tercer matiz del SAP, el cual está sobradamente documentado por un buen número de autores (Gadner, 1985; Johston y Campbell, 1988; Cartwright, 1993; Bolaños, 2000;  Burrillo, 2001),  es que el rechazo al progenitor no tenga otra justificación (p.ej: abandonos, malos tratos, etc.). Y este punto es uno de los más definitorios de un auténtico caso de  SAP,  del cual se habla en el siguiente vídeo de manera resumida: 





Ahora bien, ¿hay otras causas para que un hijo/a rechace a un padre,  una madre o un tutor?

Razonablemente, la respuesta es sí. Y desde luego, aunque el SAP es relativamente frecuente, nos es la causa principal de que los hijos rechacen a una parte de sus familias y se posicionen a favor de la otra. De acuerdo con el sentido común, un estilo parental negligente (desatender los cuidados del menor,  castigos altamente desproporcionados o abusos físicos o sexuales, entre otros elementos) pueden originar reacciones de rechazo en los menores hacia el padre, la madre o un tutor (Cartié y cols., 2005) de estilo negligente.
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Otra de las causas que puede originar reacciones de rechazo hacia uno de los padres es, nada más y nada menos, que  el elevado conflicto entre ambas partes. De esta manera, cuando estamos ante separaciones o litigios con una alta conflictividad, los menores se ven entre la espada y la pared. Entonces, su supervivencia emocional se ve severamente amenazada. Tal y como nos ilustra Iñaki Bolaños (2002), ante la separación altamente conflictiva, los niños sienten que están en medio de un fuego cruzado en el que sienten que deben tomar partido (o tomar posición). Esta manera de tomar partido, consiste en asegurar el afecto de uno de los dos progenitores. Por la naturaleza del conflicto de alta intensidad, ambas partes (madres, padres o tutores) están enfrentadas y se ven como rivales (al que hay que neutralizar y en el más conflictivo de los casos, destruir). Producto de este enfrentamiento emocional, los niños se ven obligados a aliarse (o posicionarse) con un bando (generalmente con el que viven) y rechazar o agredir al otro para convertirse en aliados activos. Inconscientemente, los menores tan sólo están asegurando su supervivencia emocional. El colmo sería pensar que los niños se van a quedar quietos viendo cómo las dos personas que más quieren amenazan con desligarse de la familia que les ha dado la vida. Mirándolo en positivo, se podría decir que el corazón de los niños es tan grande que son capaces de rechazar la mitad de su corazón con tal de que permanezca intacta la otra mitad. Aquí, una adecuada (y asesorada) comunicación de madres y padres (o las partes en conflicto) e hijos/as puede ahorrar muchos problemas emocionales, interpersonales  y judiciales. Si esto no funcionara, las soluciones legales como la mediación o la intervención especializada de programas como el de “Programa Ruptura de Pareja, No de Familia" o ambos a la vez han de emplearse para resolver la situación conflictiva, de la cual son principal víctima los menores.

Resumiendo el rechazo  de los hijos hacia a los padres, madres o tutores  puede deberse, muy en esencia, a tres causas que han de analizarse muy especialmente ante una evaluación pericial:

     *Malas prácticas parentales.
    *Elevada conflictividad.
  *Lavado de cerebro del menor por parte de una figura importante para él o ella (cuyo equivalente sería el S.A.P)

* fotos extraídas de http://engledow.tumblr.com/