martes, 25 de noviembre de 2014

Secuelas psicológicas tras eventos traumáticos

A los tres meses de un accidente de tráfico el 23% de las personas padecerá secuelas psicológicas. Al año,  un 16 %  de las personas seguirá padeciéndolas (Ehlers et al., 1998). Existe un buen número de factores, como que el acompañante  salga herido, capaces de incrementar ese porcentaje. Por su parte, el apoyo social o una adecuada atención psicológica suponen factores protectores.
Si en vez de un accidente de tráfico es un huracán el que arrasa el hogar, el 26%  (Delatíbodier et al. 2000) de las personas sigue  con secuelas psicológicas un año después. Cuando es un terremoto de 8.8º Richter el que azora,  el 22% de los damnificados padece secuelas de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Ahora bien, los efectos no parecen ser los mismos cuando la persona es menor edad.  Por citar un ejemplo, en el terremoto de la localidad andaluza de Lorca un 44,5% de las niñas y un  35,9% de los niños aun seguía con secuelas psicológicas pasado un año (López y López, 2011). Pero…¿en qué consisten estas secuelas? Pues, además del clásico eje de ansiedad, depresión o ambos a la vez, es relativamente frecuente encontrarnos con el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Para que tenga lugar el Trastorno de Estrés Postraumático es imprescindible que  la persona viva la situación o situaciones con una respuesta  “de miedo, horror o indefensión” (APA, 2000). Esta reacción inicial llega inesperadamente y entra en la consciencia como un gancho en la mandíbula. El TEPT ha llegado y suele hacerlo para quedarse una temporada. Además, no suele venir solo.  En esta línea, Friedman (1996) refiere que hasta el 80% de las personas diagnosticadas con TEPT presentan comorbilidad con, al menos otro trastorno mental.
Para el desarrollo de TEPT, con frecuencia, no es preciso haber vivido la situación traumática en primera persona ya que los testigos o personas que socorrieron en el momento del trauma, también pueden padecerlo. De esta manera y a grandes rasgos podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el TEPT está conformado por tres grupos de síntomas: Reexperimentación, evitación e hiperactivación.



Reexperimentación
Y así, es cómo a la persona le asaltan recuerdos del suceso sin que pueda evitar controlarlos. Los sueños desagradables pueden estar presentes y de estar, suelen volver de manera recurrente. El cerbero asume que no estaba preparado en el momento del trauma para enfrentarse al evento. Por ello, y en un intento vano de preparar el cerebro, se bombardea a sí mismo con lo ocurrido para mantener a la persona alerta y, en caso de una situación mínimamente parecida, la persona escape o luche a la primera ocasión. El problema es que la situación no suele volver a presentarse.

Evitación
Dentro de esta reacción al trauma tan virulenta, las conversaciones sobre lo ocurrido suelen ser mal venidas y con frecuencia se evitan las actividades, lugares o personas relacionados con los acontecimientos. Lógicamente, estas actividades, lugares o personas no tienen porqué haber sido culpables del trauma,  ni muchísimo menos, pero como ambos recuerdos se almacenaron cercanamente en el tiempo, el cerebro los ha metido juntos en el mismo cajón.
Con frecuencia, las personas pierden el interés por cosas que antes le gustaban. Pueden aparecer sentimientos de derrota o pérdida. Las dificultades de concentración  es habitual que estén presentes, ya que la mente se haya enfrascada en procesar lo ocurrido. Este embotamiento puede producir que la persona sea incapaz de desarrollar relaciones amorosas e incluso puede sentir que el futuro es un lugar desolador y carente de objetivos. 


Hiperactivación
Este aspecto se puede expresar coloquialmente en que “se está a la que salta”.  El mal humor puede llegar a convertirse en algo cotidiano. El cerebro mantiene alto un nivel de alerta por si se vuelve a presentar el peligro. Y con frecuencia, las personas aquejadas de TEPT ven peligros y amenazas donde no los hay, con las reacciones de angustia derivadas de ello, para ellos y sus seres queridos. La persona se agota por el nivel de exceso de alerta y la amenaza no se presenta. De esta manera, es fácil que aparezcan otros trastornos dentro del eje ansioso, depresivo o ambos a la vez. 

Históricamente,  uno de los orígenes del TEPT se lo debemos al concepto de “neurosis de espanto”  formulado por Kraeplin (1883). Este concepto  fue  afinado por Hermann  Oppenheimer unos años más tarde, en 1892, bajo la denominación de “neurosis traumática” (Talarn, Navarro, Rossel,  y Rigat, 2006). En 1915 Myers publicó en The Lancet un artículo que hablaba sobre pérdida de memoria, visión, gusto y olfato a raíz del  Shell Shock en un grupo reducido de soldados. Este término fue usado para definir las reacciones que experimentaban los soldados a causa de elementos de artillería (Casado-Blanco y Castellano-Arroyo, 2013). En el siguiente vídeo pueden verse algunos de los efectos psicológicos del TEPT, comórbidos con trastornos de conversión, tras la Primera  y Segunda Guerra Mundial. Se advierte que los siguientes vídeos puede herir la sensibilidad del lector/a.






Fue a mediados de la guerra del Vietnam cuando los norteamericanos denominaron al TEPT como “gran reacción al estrés” en el DSM-I (APA, 1952). Dentro del estudio de este trastorno los psicoterapeutas militares se dieron cuenta que cuando enviaban a los soldados afectados a casa, las reacciones de estrés seguían presentes y con frecuencia empeoraban. Desde entonces, es habitual que tras un evento traumático de guerra, se ordene que los soldados vuelvan a su combativo ejercicio de manera casi inmediata, ya que es allí donde está la amenaza que les persigue. Y es allí, donde con frecuencia mejor pueden enfrentarse a ella. Por otro lado, esta intervención no es aplicable a todos los casos.


De esta manera, se concluye que técnicas como  la Desensibilización y  el Reprocesamiento por los Movimiento Oculares (cuyas siglas en inglés son EMDR), ayudan a que la persona reprocese el trauma, esta vez sin las consecuencias traumáticas que le siguieron. Cierto es, que hay otras técnicas eficaces, como la Exposición (exposición gradual al estímulo temido usando relajación), aunque el coste emocional suele ser mayor. Esto hace que bajo el balance de costes emocionales/beneficios terapéuticos del EDMR de Shapiro sea la elección más adecuada para el tratamiento del TEPT. Por su relevancia en el campo del tratamiento del TEPT le hemos dedicado un artículo específico