martes, 2 de agosto de 2022

Frecuencia de malos tratos en la pareja en una muestra de hombres y mujeres

 

    En el año 2018, profesionales relacionados con la Psicología Legal y Forense decidieron estudiar si, efectivamente la frecuencia de malos tratos en hombres y mujeres de Las Palmas de Gran Canaria era similar o distinta a la descrita por otros autores de otros lugares del mundo. Diversos autores/as han presentado estudios que sugieren que no existen diferencias estadísticamente significativas en cuanto a la frecuencia de malos tratos dentro de la pareja entre hombres y mujeres, afirmando que lo que difiere entre ambos géneros no es lafrecuencia de la violencia si no las consecuencias derivadas de lamisma (Strauss, 2004;Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007) .


    En el presente estudio se emplea una versión del cuestionario de los malos tratos a mujeres de Delgado, Aguar, Castellano y Luna delCastillo (2006) idéntica a la original, en la versión para mujeres. La versión masculina, cambia los pronombres (él por la), substituyendo el término “marido” por “esposa”, permaneciendo intacto el término “pareja” y permaneciendo inalterables los demás ítems. Adicionalmente al cuestionario, los participantes firmaron el pertinente consentimiento informado. Las entrevistas las realizó una entrevistadora independiente reclutando los participantes a pie de calle, de manera que los investigadores que diseñaron el estudio en ningún momento entraron en contacto con los participantes.


    La muestra se compuso de un total de 40 personas, siendo 21 de ellas varones y 19 mujeres. Los resultados del ANOVA indican que tan sólo existen diferencias existentes en el ítem nº 6.”¿Le ha pegado?”, no encontrándose diferencias en las demás preguntas de la prueba entre hombres y mujeres, como puede observarse en la siguiente tabla:



    De acuerdo con el análisis de estadísticos de la muestra, la media masculina (Mean=1.71) posee una media mayor que el grupo femenina (Mean=1.21) en el ítem 6. Por tanto, en el presente estudio se encuentra que los varones afirman haber sido pegados por sus parejas con mayor frecuencia que lo indicado por las mujeres, si bien la muestra es muy reducida para extrapolar estos datos de la muestra la población.


    En cuanto a la edad de los participantes no se encontraron diferencias estadísticamente significativas con ningunos de los ítems de la escala. Observando las correlaciones de Pearson entre la variable género y los ítems del 1 al 3, se encuentran correlaciones de Pearson bajas o muy bajas, y ninguna de ellas mantiene una relación significativa a nivel estadístico (>0.05).



:


    Las correlaciones de Pearson entre la variable género y los ítems que van desde el 4 al 6 son bajas o muy bajas, siendo las correlación más alta la del ítem 6 (0.325), siendo este ítem el único con una correlación de significación estadística, si bien la correlación es baja:


    El análisis de las correlaciones de Pearson del género con los ítem que van desde el ítem 8 hasta el 10 indican que no existen diferencias de significación estadística en ninguno de estos ítems, siendo las correlaciones con el género bajas o muy bajas: 



    Analizando las correlaciones de Pearson entre los ítems de la prueba, los tres primeros ítems mantienen correlaciones altas y de significación estadística, con correlaciones superiores a 0.7, entre los ítems 2 y 3 con el ítem 5 (0.762 y 7.04 respectivamente) , siendo también alta la correlación entre los ítems 3 y 4 (0.72) :


     Continuando con la exposición de la magnitud de las relaciones entre los ítems, se encuentran relaciones positivas altas, superiores a 0.70, y estadísticamente significativas del ítem 3 con los ítems 4 y 5, así como entre el ítem 5 y el ítem 6:


    Ya en la parte final del cuestionario se encuentran algunas correlaciones moderadas, entre 0.4 y 0.69, entre los ítems 3 y el 10, así como entre el ítem 6 y el 10, siendo éstas de significación estadística, tal y como puede observarse en la tabla:

   Empleando análisis estadísticos no paramétricos (Tau de Kendall) las conclusiones son que, el único ítem estadísticamente significativo es el ítem 6 con un coeficiente de correlación de Tau de 0.304, siendo por tanto, una correlación débil. Los restantes ítems de la prueba revelan correlaciones bajas o muy bajas y no estadísticamente significativas con el género.

    La muestra de este estudio es muy reducida e insuficiente para extrapolar los datos de la muestra a la población. Por otro lado, medir la frecuencia de la violencia dentro de la pareja sin medir las consecuencias de dicha violencia, es sólo investigar una parte incompleta de un problema complejo y extenso.  Con todo, las conclusiones de este humilde estudio apuntan en la línea de que existen pocas diferencias en la frecuencia de malos tratos entre hombres y mujeres, en la línea apuntada por autores/as que sostienen que no existen diferencias estadísticamente significativas en la frecuencia de malos tratos entre ambos géneros (Strauss, 2004;Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007). Por tanto, se recomienda que las investigaciones futuras contemplen la frecuencia de la violencia dentro de la pareja conjuntamente con las consecuencias lesivas de las mismas, con el fin de recrear adecuadamente el fenómeno de la violencia dentro de la pareja. 


Referencias bibliográficas:


Delgado A, Aguar M, Castellano M, Luna del Castillo Jde D. Validación de una escala para la medición de los malos tratos a mujeres [Validation of a scale to measure ill-treatment of women]. Aten Primaria. 2006 Jun 30;38(2):82-9. Spanish. doi: 10.1157/13090429. PMID: 16828011; PMCID: PMC7679811. En web: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7679811/pdf/main.pdf


O'Leary, K. D., Slep, A. M. S., Avery-Leaf, S., & Cascardi, M. (2008). Gender differences in dating aggression among multiethnic high school students. Journal of Adolescent Health,42(5), 473-479.


Straus, M. (2004). Prevalence of dating violence against dating partners by male and female university students worldwide. Violence against women, 10 (7), 790-811. 


lunes, 1 de agosto de 2022

La escala Index of Spouse Abuse (ISA) en versión masculina: Un cuestionario doblemente sesgado.

 

 Foto de Tima Miroshnichenko: https://www.pexels.com/

    En un artículo anterior ya se ha analizado cómo la frecuencia de los malos tratos en la pareja es similar a hombres y mujeres. También se ha analizado que, aunque no existen diferencias en la frecuencia de los malos tratos en cuanto al género, sí existen diferencias importantes en las consecuencias del daño sufrido (Strauss, 2004). Recordemos el estudio de Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González (2007) en el que evidenciaron que las mujeres dijeron haber sufrido “cortes leves o moretones” por las agresiones de sus parejas un porcentaje 3 veces más alto que el de los hombres. Más concretamente, un 11.9% de las mujeres dijeron haber sufrido cortes leves o moretones por las agresiones de sus parejas mientras que tan sólo un 4.1% de los hombres afirmó haber sufrido tales lesiones. En este mismo estudio, los autores exponen que un 2.4 por ciento de las mujeres expresó haber requerido tratamiento médico/hospitalización por las lesiones, mientras que un 1.6 % de los hombres afirmó haber recibido tal tratamiento a causa de las mismas. Por tanto, existen indicios suficientes para afirmar las consecuencias de las agresiones en la pareja son más graves que en las mujeres que en los hombres.

    Cada agresión o episodio de agresiones es distinto, particular y debe ser analizado en cada caso de acuerdo con su contexto, antecedente y precedente . Ahora bien, al parecer hay autores que consideran que los “puñetazos” generan las mismas lesiones que los “golpes o arañazos”. Este parece ser el caso de Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-medina (2013) los cuales afirman haber investigado las “Propiedades psicométricas del Index of Spouse Abuse en una muestra de varones españoles” (Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina,2013) 3 . La Index of Spouse Abuse (ISA) es un instrumento tradicional de los años ochenta (Hudson y Mcintosh, 1981), y se diseñó para estudio de los malos tratos dentro de la pareja en mujeres. Estos autores decidieron usarla en hombres. Hasta ahí todo correcto. El problema vino cuando decidieron cambiar la séptima pregunta original del ISA relativa a “7. Mi pareja me da puñetazos” 3 por “ 7. Me golpea o araña” 2. El ítem o pregunta 14 de la ISA original es “14. Mi pareja es tacaña a la hora de darme dinero para los asuntos de la casa” 3 mientras que en la versión de la ISA para hombres de Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina (2013) es “14. No me presta diner ” 2. La pregunta 15 en la versión original es “15. Mi pareja controla lo que gasto y a menudo se queja de que gasto demasiado (por ejemplo en ropa, teléfono, etc).” 3 . .Al parecer para ciertos los doctores la Universidad de Granada (España) la pregunta 15 de la ISA era equivalente a: “15. Me repite que soy tonto”. En la versión original de la ISA la pregunta es: “27. Mi pareja no respeta mis sentimientos, decisiones y opiniones”. En cuanto a la versión propuesta por Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina la pregunta 27 para hombres es: “27. Actúa como una cobarde conmigo”.

    Podría pensarse que es poco importante el contenido de las preguntas pues tantos hombres como mujeres pueden sufrir golpes y arañazos, pueden ser llamados “tontos” por sus parejas El problema adicional de esta investigación es que tan sólo emplearon hombres en su estudio, en concreto varones. De esta manera, el cuestionario ISA de Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina (2013) no sólo tiene poco que ver con el instrumento original, si no que además tiene sesgos importantes en la muestra. Es decir, esta versión de la ISA de Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina (2013) por un lado está sesgada idelógicamente ya que libremente modifica los contenidos de la versión original . El segundo sesgo viene de la mano de emplear una muestra tan sólo masculina.

    Por tanto, desde Resúmenes de Psicología Legal y Forense desaconsejamos taxativamente el uso de la versión de la I.S.A. propuesta por Santos-Iglesias, Sierra y Vallejo-Medina (2013) publicada en la revista Terapia Psicológica. Si lo que se desea es abordar un caso de maltrato en la pareja en la que la víctima sea un varón, existen otros procedimientos psicológicos más adecuados para estudiar los malos tratos en hombres.

REFERENCIAS:

1Straus, M. (2004). Prevalence of dating violence against dating partners by male and female university students worldwide. Violence against women, 10 (7), 790-811.

2Santos-Iglesias, Pablo & Sierra, Juan & Vallejo-medina, Pablo. (2013). Propiedades psicométricas del index of spouse abuse en una muestra de varones españoles. [Psychometric properties of the index of spouse abuse in a spanish male sample]. Terapia Psicologica. 31. 209-217. En web: https://www.researchgate.net/publication/240917555_Propiedades_psicometricas_del_index_of_spouse_abuse_en_una_muestra_de_varones_espanoles_Psychometric_properties_of_the_index_of_spouse_abuse_in_a_spanish_male_sample


3Index of spouse abuse (ISA). Podrán encontrar la ISA de Hudson y Mcintosh, 1981 en la página 120 de la siguiente GUÍA PRÁCTICA RÁCTICA CLÍNICA editada por el Servicio Murciano de Salud. En web:

https://portal.guiasalud.es/wp-content/uploads/2018/12/GPC_470_maltratadas_compl.pdf


Muñoz-Rivas, M., J., Graña, J., L., O´Leary, K., D. y González, P. (2007). Physical and psychological aggression in dating relationships in Spanish university students. Psicothema, 19(1), 102-107.En web: http://www.psicothema.com/pdf/3334.pdf

Violencia bidireccional en la pareja, frecuencia de malos tratos entre hombres y mujeres dentro de la pareja e intensidad de la violencia.

 


    Se puede entender por violencia bidireccional dentro de la pareja el conjunto de tácticas de magnitud desproporcionada susceptibles de causar daño físico o psicológico a la pareja y que son empleadas de manera intencionada por ambos miembros de la misma. Uno de los primeros autores en investigar esta cuestión fue Makepeace (1981), el cual llevó a cabo una investigación sobre la naturaleza y prevalencia de la violencia de pareja, poniendo de manifiesto que, uno de cada cinco estudiantes universitarios habían sufrido abuso físico a manos de sus parejas. De hecho, se ha sugerido que la “violencia bidireccional está presente en un número importante de casos, definiéndose incluso como el patrón de violencia más común dentro de la pareja” (Hernández, 2015; Fiebert, 1997; Archer, 2000; Langhinrichsen-Rohling et al., 2012).

    El fenómeno de la violencia dentro de la pareja alcanza cifras de prevalencia importantes desde hace años (Hernández, 2015; Makepeace, 1981; Foo y Margolin, 1995; Archer, 2000; Katz, Carino y Hilton, 2002; Straus, 2004; Straus y Ramirez, 2007). En cuanto al nivel de prevalencia, varios autores han sugerido que el padecimiento de algún tipo de violencia dentro de las parejas jóvenes se sitúa en torno al 30-40% (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007; O'Leary, Slep, Avery-Leaf y Cascardi, 2008; García-Díaz, Lana-Pérez, Fernández-Feito, Bringas-Molleda, Rodríguez-Franco, y Rodríguez-Díaz, 2018). De hecho, en nuestro país se ha estudiado (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007) la frecuencia de comportamientos violentos en una muestra de 1886 jóvenes estudiantes, de edades comprendidas entre los 18 y los 27 años. Las conclusiones fueron que las conductas de abuso verbal y las conductas de celos son las agresiones psicológicas más comunes en ambos sexos, en dicha franja de edad. Adicionalmente, cuando se preguntó si sus parejas les habían insultado no se encontraron diferencias entre hombres y mujeres. En concreto, el 47,7% de las mujeres afirmó que sus parejas masculinas les habían insultado. Por otro lado, el 46,5% de los hombres declaró haber sido insultado por su parejas femeninas. En cuanto a las amenazas físicas, el 7,8% de las mujeres afirmaron que algún momento sus compañeros sentimentales las amenazaron con agredirlas físicamente. En cuanto a los hombres, un 14,1 % declaró que en algún momento sus parejas les amenazaron con agredirles físicamente. De tal suerte que estos autores (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González,2007) hablan de dos clases de violencia, la primera de ellas, “Agresión Física Leve” que comprende conductas como restringir físicamente, arrojar objetos o patear. Lo que descubrieron fue que, en población española, un 1.5 % de las jóvenes estudiantes femeninas expresaron haber sido abofeteadas por sus parejas. En cuanto a los hombres, un 9.0% de los varones afirmaron haber sido abofeteados por sus parejas (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007), existiendo diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos. En lo que a recibir patadas, golpes, empujones o agarrones no existieron diferencias entre hombres y mujeres. Cuando se preguntó por “Agresiones Físicas Severas” se distinguieron tres tipos de conductas: “Intento de ahogo/asfixia”, “dar una paliza” o “amenazar con un cuchillo o un arma”. La conclusión extraída, en cuanto a estas “Agresiones Físicas Severas”, es que no se encontraron diferencias entre hombres y mujeres, tal y como apuntan los autores, por representar un porcentaje muy bajo (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007). Las cifras de ocurrencia de estos fenómenos de “Agresiones Físicas Severas” informados por el grupo femenino oscilaron entre el 0,1 % (recibir una paliza) hasta el 0,4% (ser amenazada con cuchillo o arma), pasando por un 0,2 % que informaron de intentos de ahogo o asfixia a manos de sus parejas masculinas. El grupo masculino informó haber sufrido intentos de ahogo/asfixia en un 0.4%. En cuanto a las amenazas con arma o cuchillo, un 0.4 % de los hombres informó de haberlas padecido. En lo tocante a haber sufrido palizas, un 0.1 % de la muestra masculina informó haberlas vivido en el contexto de la pareja.

    Es esencial distinguir la frecuencia de las conductas de malos tratos dentro de la pareja de la intensidad o consecuencias de la violencia. De cara a analizar las consecuencias de la violencia física, un 11.9% de las mujeres dijeron haber sufrido cortes leves o moretones por las agresiones de sus parejas, un porcentaje 3 veces más alto que el de los hombres (4.1%) que también sufrieron tales lesiones (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007). Un 2.4 por ciento de las mujeres expresó haber requerido tratamiento médico/hospitalización por las lesiones, mientras que un 1.6 % de los hombres afirmó haber recibido tal tratamiento a causa de las mismas. Por tanto, de acuerdo con algunos autores (Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González,2007) parece darse cierta similaridad en el número de las conductas susceptibles de malos tratos, si bien existen indicios de que las consecuencias de las agresiones físicas para las mujeres son más graves (Straus, 2004).

Referencias bibliográficas:

Archer, J. (2000). Sex differences in agression between heterosexual partners: A meta-analytic review. Psychological Bulletin, 126, 651-680.


Fiebert, M., S. (1997). Annotated bibliography: References examining assaults by women on their spouses/partners", en DANK BM / REFFINETTE R (Editors) Sexual Harassment & Sexual Consent", Vol. 1, Transaction Publishers, New Brunswick, 273-286.


Foo, L. y Margolin, G. (1995). A multivariate investigation of dating aggression. Journal of Family Violence, 10, 351-377.


García-Díaz, V., Lana-Pérez, A., Fernández-Feito, A., Bringas-Molleda, C., Rodríguez-Franco, L., & Rodríguez-Díaz, F. J. (2018). Actitudes sexistas y reconocimiento del maltrato en parejas jóvenes. Atención Primaria, 50(7), 398-405.


Hernández, P. (2015). Análisis de la Violencia de pareja bidireccional desde un punto de vista victimodogmático. Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología 17 (05) pp.: 1-34en web: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/06/doctrina41377.pdf


Katz, J., Carino, A. y Hilton, A. (2002). Perceived verbal conflict behaviours associated with physical aggression and sexual coercion in dating relationships: A gender-sensitive analysis". Violence and Victims, 17(1), 93-109.


Langhinrichsen-Rohling, J., et al.(2012) .Rates of bidirectional versus unidirectional intimate partner violence across samples, sexual orientations, and race/ethnicities: A comprehensive review. Partner Abuse, 3(2), 199-230.


Loira, M. C. R. (2009). La violencia de género bidireccional: el maltrato hacia los hombres: una realidad" invisible (Doctoral dissertation, Universidade de Santiago de Compostela).


Makepeace, J., M. (1981). Courtship violence among college students. Family relations, 30, 97- 102.


Muñoz-Rivas, M., J., Graña, J., L., O´Leary, K., D. y González, P. (2007). Physical and psychological aggression in dating relationships in Spanish university students. Psicothema, 19(1), 102-107.http://www.psicothema.com/pdf/3334.pdf


O'Leary, K. D., Slep, A. M. S., Avery-Leaf, S., & Cascardi, M. (2008). Gender differences in dating aggression among multiethnic high school students. Journal of Adolescent Health,42(5), 473-479.


Straus, M. (2004). Prevalence of dating violence against dating partners by male and female university students worldwide. Violence against women, 10 (7), 790-811.


Straus, M., Gelles, R., J. y Steinmetz, S., K. (1980, 2006). Behind closed doors: Violence in the American family. Doubleday/Anchor Books. New York. Reeditado en 2006 por Transaction Publications.


Straus, M. y Ramírez, I. (2007). Gender symmetry in prevalence, severity and chronicity of pshysical aggression against dating partners by University students in Mexico and USA. Aggressive Behavior, 33, 281-290.


viernes, 16 de julio de 2021

SVR-20. Una valoración del riesgo de violencia sexual


    En el pasado hemos tratado la predicción de comportamientos violentos, y de comportamientos violentos dentro de  la pareja. Ahora toca el momento de predecir el riesgo de comisión de actos del tipo violencia sexual en delincuentes reincidentes. El SVR-20 es un instrumento desarrollado por Boer, Hart, Kropp y Webster en el año 1997 y se nutre del esfuerzo de académicos y profesionales de salud mental y forenses. El método se compone de veinte factores que dan lugar a tres categorías de riesgo: bajo, moderado y alto. Los resultados han de plasmarse en un informe de predicción de valoración del riesgo de violencia sexual.
    Los datos de Luque, Ferrer y Capdevila (2005) y de Redondo, Navarro y otros indican que alrededor de un 5% de los reclusos se halla en prisión por delitos sexuales. De manera muy general, entre 18% y un 20% de éstos reincide al salir. Por otro lado, este dato no toma en cuenta las veces que el delincuente ejecuta la violencia sexual, tan sólo toma en cuenta los casos en los que es detenido por ello.
    De acuerdo con lo citado en el manual de Hilterman y Andrés-Pueyo se incluyen como violencia sexual los siguientes comportamientos:
        *Maltrato sexual como violación o tocamientos sexuales.
        *Comportamientos ofensivos de manera sexual como exhibicionismo, llamadas,cartas obscenas o distribución de pornografía.
        *Violación de la intimad como robo de fetiches o voyeurismo.
    El desarrollo de estos comportamientos incluye que la víctima o bien no da consentimiento o bien no puede darlo.
    Los autores del SVR-20, Boerf, Hart, Kropp y Webster indican que los veinte factores propuestos se deben examinar a la luz de diversas metodologías como exámenes psicológicos, entrevistas al agresor, estudio de pletismografía, estudios poligráficos, entrevistas a la víctima/s, a la familia del agresor y compañeros de trabajo, así como profesionales de salud mental, policías y de ser el caso, técnicos penitenciarios y en general, cualquier método que sirva para comparar los datos extraídos del delincuente asegurando la veracidad de los mismos. Además, se recomienda que la valoración del riesgo se realice regularmente, y que estudie el comportamiento social del delincuente, sus actitudes hacia las personas, sus preferencias sexuales y su historial clínico completo, su vida laboral...Adicionalmente se precisa cualificación especializada y entrenamiento para ejecutar con eficacia el SVR-20.
    Cada factor se puntúa de la siguiente manera:
            N.- No. El factor no está presente.
            ?.- Existes indicios de presencia del factor.
            S.-El factor de riesgo está presente.
            O.-Omisión por carencia de información.
    Al final del manual original de referencia figura una plantilla para poder puntuar cada factor. Los factores del SVR 20 son los siguientes:
        1.- Desviación sexual.
    Entenderemos desviación sexual como excitación sexual hacia personas de edad inapropiada, que no dan su consentimiento o no pueden darlo, bien animales u objetos inanimados y que causan angustia o disfunción sexual (por ejemplo,sólo se consiguen orgasmos cuando alguien se halla sufriendo). En particular, el sadismo sexual como parafilia se halla relacionado con la gravedad de delinquir en el futuro.
        2.-Víctima de abuso en la infancia.
     En esta categoría de “abuso” entran los abusos físicos graves como ser pegado, empujado, azotado, etc., o conductas que causan daños físicos o psicológicos, también entran en esta categoría los abusos sexuales y las negligencias por parte de cuidadores, así como observación de violencia familiar.
        3.- Psicopatía.
        Existen diversos instrumentos, tanto en formato test como en entrevistas, para evaluar la psicopatía o el trastorno antisocial de la personalidad. Desde el SVR-20, se recomienda el PCL en sus versiones PCL-R y PCL:SV así como diversas medidas mediante el PAI, MMPI-2 o similar.
        4.-Trastorno mental grave.
        Este factor se refiere a un trastorno mental grave que genera un deterioro cognitivo y/o intelectual severo y que puede ser causado por una enfermedad mental entre las que se incluyen trastornos afectivos y psicóticos entre otros .
        5.- Problemas relacionados con el consumo de sustancias.
         Se considera el abuso de sustancias tanto drogas legales como alcohol y fármacos así como drogas ilegales.
        6.- Ideación suicida/homicida.
        Los pensamientos, impulsos y fantasías de causar daño a uno mismo o a otra persona habrán de ser graves, intrusivos o letales para ser codificados como “S”.
        7.- Problemas en las relaciones sentimentales de pareja.
        La inestabilidad en las relaciones íntimas y sexuales es considerado un factor de riesgo importante en la violencia sexual. Se puntuará como “S” cuando existan diversos métodos que indiquen fracaso en establecer y mantener relaciones íntimas (sexuales) estables. En caso de menores se empleará la relación con padres y cuidadores.
        8.- Problemas de empleo.
        De manera similar a la de otros factores, los problemas de empleo contribuyen a generar una mayor angustia psicológica general, lo que implica una mayor probabilidad de comisión de delitos sexuales.
        9.- Antecedentes de delitos violentos.
        Por delitos violentos entenderemos aquellos de naturaleza no sexual con daño físico real, intencionado o amenaza que susceptible de causar daño físico o psicológico a la víctima o que ocurrió en diversas ocasiones.
        10.- Antecedentes de delitos no violentos.
        Dentro de este apartado caen las detenciones por comportamiento del tipo no violento y no sexual pero que sí constituye un delito.
        11.-Fracaso en las medidas de supervisión previas.
        Este apartado se puntúa como “S” cuando se tiene constancia de incumplimiento de la libertad condicional, órdenes de arresto o incumplimiento del tratamiento ambulatorio, entre otras medidas de supervisión.
        12.-Elevada frecuencia de delitos sexuales y no sexuales.
     El número de delitos cometidos el año pasado es un indicador de reincidencia en delincuentes sexuales y pacientes forenses. Se entenderán como frecuentes aquellos delitos cometidos en un relativamente corto intervalo de tiempo y tomando como inicio, que el individuo se halle en posibilidad de cometerlos, es decir, que tenga disponible a las víctimas.
        13.- Tipos múltiples de delitos sexuales.
        Dentro de este factor de múltiples delitos sexuales se engloban tanto la variedad de delitos sexuales (tocamientos, voyeurismo, agresión sexual, etc.), como el grado de coerción (amenazas, torturas, etc.), la selección de víctimas en cuanto a distintas edades (niños prepúberes, adolescentes, adultos, tercera edad) y relación con el victimario (desconocido y/o conocido).
        14.-Daño físico a la(s) víctima(s) de los delitos sexuales.
        Entenderemos por daño físico el grado de sufrimiento corporal y lesiones (desgarros, moretones, abrasiones, cortes, etc.), así como que han precisado atención médica o tratamiento, bien producidos durante el ataque sexual, antes o después del mismo.
        15.- Uso de armas o amenazas de muerte en los delitos sexuales.
        Se ha añadido por algunos autores que no existe una evidencia clara de que este factor sea predictivo de la violencia sexual pero se incluyó al ser considerado relevante desde el punto de vista de las revisiones clínicas, las cuales ponen de manifiesto su inclusión.
        16.-Progresión en la frecuencia y/o gravedad de los delitos sexuales.
        Se realiza tomando con consideración la “historia de violencia sexual” del individuo. De esta manera, el individuo comete más crímenes sexuales ahora que antes o bien los de ahora generan más daños en las víctimas que los de antes.
        17.- Minimización extrema o negación de los delitos sexuales.
        Se puntúa como “S” cuando el individuo niega muchos o todos los actos de violencia sexual pasada; niega la responsabilidad de los mismos total o parcialmente (por ejemplo culpando a la víctima); niega las consecuencias (por ejemplo indicando que la víctima no sufrió lesiones).
        18.- Actitudes que apoyan o consienten los delitos sexuales.
        Se codifica como “S” cuando se evidencia que los valores socio-políticos, religiosos o culturales y personales justifican o promueven la violación o el sexo coercitivo. Puede recurrirse a escalas de valores, de actitudes, test de personalidad y análisis funcional y conductual entre otros métodos para establecer este factor.
        19.- Carencia de planes de futuro realistas.
        El fracaso en la planificación de la conducta y elaborar planes posibles y realistas puede implicar que el individuo se refugie en la comisión de delitos sexuales. La valoración de la estructuración de planes habrá de ser tomando en consideración la historia del individuo, estatus actual y apoyo social entre otros factores.
        20.-Actitud negativa hacia la intervención.
        Entenderemos actitud negativa como aquellas ideas o escasa motivación para el apoyo penitenciario, médico, psiquiátrico, psicológico y de trabajadores sociales. Esta actitud negativa puede expresarse a nivel conductual en rechazo a asistir, abandono prematuro y/o participación superficial en los programas.

Fuente:
SCR-20. Manual de valoración del riesgo de violencia sexual. Adaptación de de Hilterman y Andrés-Pueyo. Publicacions i Edicions. Universitat de Barcelona. Año 2005.


miércoles, 1 de julio de 2020

La crisis de la credibilidad






Corría la década de los años 50 cuando el gobierno alemán le solicitó a Udo Undeutsch que elaborara un método para saber qué niños tenían indicios de abusos sexuales y cuales no. Con ese fin nació la primera versión del Statement Validity Assessment (S.V.A.),  cuyo significado en castellano es Evaluación de la Validez de la Declaración. En esencia, Undeutsch descubrió que era posible saber qué relatos eran falsos y cuáles verdaderos en función de lo que decían los niños y niñas. La técnica S.V.A.  fue retocada a lo largo de los ochenta y noventa por Steller y Köhnken (1989) y Raskin y Esplin (1991), introduciendo cambios y mejoras que fueron permitiendo saber hasta qué punto era efectivo el SVA. Ahora bien, lejos de ser un método objetivo, diversos expertos concluyeron que tan sólo era un método “semi-estandarizado para la evaluación de la credibilidad de las declaraciones”(citado en 1 ).

En cuanto a la eficacia de esta clase de métodos, en el año 2000 1, diversos autores( Santtila, Roppola, Runtti y Niem,2000) indicaron que, empleando una parte del S.V.A. llamada C.B.C.A., la tasa de clasificación correcta de las declaraciones era del 65 %. Buscando incrementar estos niveles de eficacia, otros autores decidieron usar el C.B.C.A. junto con otra técnica, llamada Reality Monitoring (R.M.), obteniendo una tasa de acierto del 79 %. Posteriormente, otros investigadores (Vrij, Akehurst, Soukara y Bull, 2004b) usaron el C.B.C.A. más el R.M. llegando a la conclusión de que la tasa de eficacia era mas baja de lo inicialmente pensado, del 74%. Estos estudios se llevan a cabo, la mayor parte, dentro del laboratorio de psicología. Y, sin duda, hay estudios de campo, es decir en el contexto real, que afirman que llega al 100% de eficacia. Pero de eso hace ya tiempo.

Con el paso de los años los estudios sobre el CBCA se han ido acumulando. Más o menos recientemente,  la doctora Amado junto con otros investigadores/as 2 (2015, 2016) recogieron una gran parte de estos estudios al respecto y encontraron que las tasas de error de esta clase de métodos estaban en torno al 31.5% para menores y del 36,5% en adultos. Y es que, una de las principales críticas que han recibido los métodos de análisis de la credibilidad es que como fueron ideados para menores, por lo que existen muchos menos estudios en adultos (ver  CBCA en adultos). 

¿Funciona el SVA/CBCA? Sí, al menos, mejor que el azar. ¿Tiene unos niveles adecuados de eficacia para su empleo como técnica forense? Hay opiniones a favor y las hay en contra, pero lo cierto es que  hay opiniones sólidas recientes (2017) que han llegado a afirmar que: “ el S.V.A. no cumple con la demanda de objetividad en la conclusión que se requiere a una técnica forense”  (citado 2 , página 178). 

Conscientes de estos hechos, investigadores/as de la Universidad de Santiago de Compostela y Vigo crearon hace años un método denominado Sistema de Evaluación Global o S.E.G. Fue desarrollado como “un procedimiento de detección de la mentira y el engaño en procesos judiciales adaptado al sistema judicial español”. En esencia, sus autores lo han descrito como: “un compendio de diversas estrategias de análisis de la fiabilidad (C.B.C.A y Reality Monitoring) y validez de la declaración (S.V.A. y .S.R.A.) a la vez que de la huella psicológica y de la simulación de la misma” (citado en Arce, R., y Fariña, F., 2005. Título: PERITACIÓN PSICOLÓGICA DE LA CREDIBILIDAD DEL TESTIMONIO, LA HUELLA PSÍQUICA Y LA SIMULACIÓN: EL SISTEMA DE EVALUACIÓN GLOBAL (SEG). Publicación: Papeles del Psicólogo, 2005. Volumen 26, páginas de la 59 a la 77). 

Un año después (2006), el S.E.G fue aplicado a la valoración de secuelas de accidentes de tráfico cuyas conclusiones se pueden encontrar en el estudio de los autores Arce,  Fariña,  Carballal  y Novo (2006), titulado: “Evaluación del daño moral en accidentes de tráfico: Desarrollo y validación de un protocolo para la detección de la simulación”, publicado por la revista Psicothema, en su número 18, en las páginas 278-283. 

Posteriormente, el S.E.G. fue aplicado al área de violencia de género (Arce, R., Fariña, F., Carballal, A., y Novo, M. 2009) en un artículo titulado: "Creación y validación de un protocolo de evaluación forense de las secuelas psicológicas de la violencia de género", publicado en Psicothema, 21 ,paginas: 241-247. 

Unos años más tarde, otros autores/as (Vilariño, Novo, M., y Seijo, D., 2011), prosiguieron aplicando el S.E.G. a la violencia de género, plasmando sus conclusiones en el artículo: “Estudio de la eficacia de las categorías de realidad del testimonio del Sistema de Evaluación Global (S.E.G.) en casos de violencia de género”, publicado por la Revista Iberoamericana de Psicología y Salud, en su volumen 2, apareciendo en las páginas de la 1 a la 26. En resumen, el S.E.G., es un procedimiento aplicado a diversos ámbitos periciales y su eficacia es superior a la del SVA/CBCA+RM.

Ahora bien, para aplicar el S.E.G. se precisan una serie de condiciones que dificultan o condicionan su aplicación: “exige que sea practicada por un perito titular entrenado en la misma; que se graben y guarden las declaraciones (revisión externa de los métodos usados y validez jurídica de la prueba); que se registren y guarden las codificaciones de las declaraciones (revisión externa de los registrados de los criterios y de la fiabilidad de éstos); que las codificaciones sean realizadas por dos peritos por separado (evaluación de la fiabilidad de la medida); que se recaben dos declaraciones (evaluación de la persistencia); y que las declaraciones se obtengan por medio de la entrevista cognitiva” (citado en 2 ). En la práctica de la psicología forense de oficio hay determinadas situaciones ,como juicios por homicidio o delitos muy graves contra las personas, en los que por ley  dos peritos deben realizar el informe pericial. Por otro lado, la mayor parte de los casos en la práctica normal sobre  abusos sexuales, físicos o psicológicos,  a niños y adultos, generalmente es realizada por un sólo perito. Por tanto, el S.E.G. es difícilmente aplicable en la mayor parte de casos, y aun cuando lo fuera, al menos uno/a de los peritos ha de haber sido entrenado en el S.E.G.


En resumen, a día de hoy no hay estudios que indiquen cuál es la metodología más adecuada y aplicable al contexto forense empleando tan solo un perito. Tres son las opciones posibles para los y las profesionales de la psicología forense:

1.-Emplear únicamente el C.B.C.A./S.V.A. + R.M., asumiendo un 74-79% de eficacia en la valoración de la credibilidad e impidiendo esto, por sí mismo, estar lejos de la seguridad plena que habitualmente exige la ley.

2.- Aplicar el S.E.G. indicando las limitaciones, asumiendo que no se conoce qué nivel de eficacia que  posee cuando es aplicado por un solo perito y que, por extensión tendrá menos eficacia que el método original. Según nuestros consultores jurídicos, podría ser válido pues la valoración de la prueba se somete a la sana crítica del magistrado/a, si bien entendemos que a nivel científico, presenta problemas metodológicos.

3.-Combinar el C.B.C.A./S.V.A. + R.M. con pruebas psicométricas, proyectivas, documentales, entrevistas a familiares, y otros métodos, asumiendo que la eficacia de la medida mínima será del  74-79% y la máxima 
vendrá por el peso de la prueba en su conjunto, y quedará sometida a las y los miembros del tribunal, condicionados por la sana crítica del magistrado/a. Este proceder se denomina multimétodo y goza de aceptación nacional e internacional.

La investigación futura habrá de promover métodos que permitan que un sólo psicólogo/a forense alcance niveles de eficacia aceptables para el contexto forense. Otra posibilidad, seguramente más remota, consiste en que los Organismos Oficiales, Institutos de Medicina Legal y las empresas encargadas de elaborar las pericias psicológicas, doten a los profesionales de los medios para aplicar el S.E.G. contando con la formación, número de profesionales y criterios adecuados para ser aplicado con éxito en las Salas de Justicia. Hasta entonces, nos tememos que los métodos de análisis de la valoración de la credibilidad seguirán en una situación crítica. Aunque con todo, siguen siendo lo mejor que tenemos para saber si una persona dice la verdad o miente, y sin duda, dan mejores  resultados que la intuición o  cualquier otro método como el análisis de no verbal o los interrogatorios policiales.

Referencias bibliográficas destacadas:





viernes, 17 de mayo de 2019

¿Qué porcentaje de niños y niñas sufrieron abusos sexuales en España?



En España, la dictadura imperante durante el siglo XX trajo consigo el aislamiento sociopolítco y el escaso desarrollo de los sistemas de protección social, lo que derivó en un retraso sobre el estudio de los abusos sexuales, así como el conocimiento y sensibilización de los mismos (Arruabarrena y De Paul, 1999; Pereda y Forns, 2007). Finalmente, en el año 1995 diversos autores (López, Carpintero, Hernández, Martín y Fuentes,1995) se lanzaron a estudiar esta cuestión en muestra española.


Según un estudio reciente (Martínez, Ramírez, Vasilev y Pineda, 2018), realizado con 1218 participantes de 18 a 70 años, el 20.9% de las mujeres entrevistadas afirmó haber sufrido abusos sexuales antes de los 18 años. En cuanto a la cifra para los hombres, el 9.3% declaró haber sufrido alguna clase de abuso sexual siendo niños (ver tabla). Ahora bien, de todas las personas encuestadas, el 2.8 % por ciento de las mujeres afirmó haber sufrido abusos sexuales con penetración. En el caso de los hombres la cifra de abusos sexuales con penetración ascendió hasta el 1.8 % por ciento. Sobre la base de que en España viven 9.188.211 personas de 0 a 19 años (INE, 2018) puede afirmarse, sin lugar a dudas, que estamos ante un problema que afecta a miles de niñas y niños, y cuyas consecuencias sobre la salud pueden ser muy graves, a corto, a medio y largo plazo. 

Si desea consultar sobre el perfil de situaciones en las que suele darse el Abuso Sexual Infantil, puede consultar el siguiente artículo: Abuso sexual infantil en el hogar: Perfil de víctimas, delincuentes y contextos.



Fuentes principales:

Arias, E., Sanmarco, J., Camplá, X. (eds) (2018). Libro de Actas del XI Congreso (Inter) Nacional de Psicología Jurídica y Forense.

Martínez, A., Ramírez, J., Vasilev, V., Pineda, D. (2018). Prevalencia y características del abuso sexual infantil en España. Libro de Actas del XI Congreso (Inter) Nacional de Psicología Jurídica y Forense.



lunes, 1 de abril de 2019

El polémico Método Reid



Ya hemos hablado de lo malos que somos los seres humanos detectando mentiras, con todo, de lo que vamos a hablar hoy es de un método de detección de mentiras tan controvertido como popular. De hecho, se ha afirmado que es la técnica de interrogatorio más empleada en los Estados Unidos. Según los autores del Método Reid, JohnE. Reid & Associates, han entrenado a 500.000 profesionales, fundamentalmente policías de Estados Unidos, Canadá, Méjico, Alemania,  Bélgica, Japón, Corea del Sur, Singapur, Arabia Saudí y Emiratos Árabes (Blair y Kooi, 2004). Incluso es posible encontrar el método Reid en su versión de manual (Inbau, Reid, Buckley y Jayne 2001).

Este método tan internacional se basa en el Behavior Analysis Interview (Inbau et al., 2001, p. 173) o BAI y consta de una serie de fases, así como preguntas concretas aplicables a cada caso (p. ej: “Jim, ¿Cuál crees que es el objetivo de esta entrevista conmigo hoy aquí?” o “Jim, ¿qué crees que se debería hacer con la persona que provocó este incendio?” ). La intención es que esas preguntas generarán una serie de respuestas en los interrogados. Si desea ver más ejemplos de las preguntas del método BAI consulte la página 328 de la Fuente (Anexo L). Además, el Método Reid emplea indicadores no verbales como la postura o la posición de las manos, entre otros. De esta manera, se asume que quien diga la verdad permanecerá más erguido y de frente al interrogador. Por otro lado, quienes crucen los brazos, hagan un golpeteo rítmico con las manos, o bien se arreglen el pelo estarán emitiendo, sin saberlo, marcadores de mentira. Mirar fijamente el entrevistador o mirarle muy poco también será indicio de mentira. Si el entrevistador realiza determinadas preguntas y el entrevistado cambia de postura sistemáticamente ante ellas, también se considerará indicador de falsedad. Por tanto, parece que estamos ante un método aparentemente capaz de dilucidar la verdad o la mentira en tan sólo unas pocas horas de trabajo.

Pero la pregunta es: ¿realmente funciona? Los investigadores Kassin y Fong (1999) decidieron probarlo. En dicho estudio se entrenó a un grupo de estudiantes de Psicología en la Técnica Reid. La conclusión de dicho estudio fue que: "los participantes no entrenados alcanzaron tasas de precisión superiores a las de los entrenados. Sin embargo, estos últimos mostraron más confianza en sus juicios". Por su parte, Blair y Kooi (2004) investigaron la cuestión revisando los estudios disponibles al respecto y sometiéndolos a análisis estadísticos. Sus conclusiones fueron las siguientes: "En general, los resultados sugieren que el modelo de Reid en relación a la conducta no verbal es demasiado simplista, y en algunos casos simplemente incorrecto. Uno podría esperar encontrar que las personas entrenadas con la técnica Reid podrían exhibir una menor precisión en la detección del engaño (Blair y Kooi, 2004, p. 82)". 

De manera contundente, podríamos resolver la cuestión con lo apuntado por el Doctor en Psicología Hernán Alonso (2009) al concluir: “En definitiva, los resultados de los estudios expuestos apuntan a que el entrenamiento en la Técnica Reid no solamente no mejora la precisión en la evaluación de la credibilidad, sino que la empeora (Kassin y Fong, 1999)”. Y es que se ha mencionado en diversas publicaciones que la Técnica Reid "arranca" un gran número de confesiones falsas. 




La siguiente pregunta que cabe plantearse es:  si no es efectivo, ¿porqué se emplea? La respuesta no parece sencilla pero tal vez, tan sólo se deba a la fama de su creador, ya que John E. Reid, desarrolló estudios sobre el polígrafo que le hicieron tan popular como su método, al menos, en los Estados Unidos.


Fuente: Alonso, H. (2009) LOS POLICÍAS COMO DETECTORES DEL ENGAÑO: INVESTIGACIÓN EN TORNO AL EFECTO DEL SESGO DEL INVESTIGADOR. Tesis Doctoral. UNIVERSIDAD DE SALAMANCA. FACULTAD DE PSICOLOGÍA Departamento de Psicología Social y Antropología. Disponible en: https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/76195/1/DPSA_AlonsoDosoutoH_Lospoliciascomodetectores.pdf



lunes, 12 de noviembre de 2018

¿Cuantas víctimas de violencia de género mueren a pesar de haber denunciado?


Estadística de las denuncias de violencia de género en España desde el 2009 hasta el 2017

En España la estadística sobre mujeres que denuncian malos tratos por parte de sus parejas las recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2018) 1 e integra datos de diversas fuentes, entre ellas el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). 

Tomando el intervalo desde 2009 hasta 2017 en ningún caso las denuncias han descendido de 124 893 (ver gráfico 1) por año. Ahora bien, intuitivamente pueden observarse dos periodos. El primer periodo, desde 2009 hasta 2013, parece caracterizarse porque las denuncias iban en ligero descenso, pasando de 135 539 en 2009 hasta 124 839 en 2013. El segundo periodo, a tenor de los datos del INE (2018), sugiere un aumento de las denuncias, pasando de 126 742 en 2014 hasta llegar a la cifra máxima de 166 260 en 2017. 




Descripción estadística del feminicidio en España entre 1999 y 2017


De manera informal se entiende que el feminicidio es la aplicación más extrema de la violencia de género. La Organización Panamericana de la Salud (2013) 2 define el feminicidio como: “el asesinato intencional de una mujer por el hecho de ser mujer, pero las definiciones más amplias abarcan todo asesinato de una niña o una mujer[...]El femicidio difiere en formas específicas de los homicidios de hombres. Por ejemplo, la mayoría de los femicidios son cometidos por una pareja actual o anterior de la víctima e incluyen maltrato repetido en el hogar, amenazas o intimidación, violencia sexual o situaciones en las que las mujeres tienen menos poder o menos recursos que su pareja”.

En lo que a feminicidios se refiere, en España, las estadísticas del INE (2018) recogen los datos de las muertes de mujeres en las que el agresor resultó ser el “cónyuge, ex-cónyuge, compañero sentimental, ex-compañero sentimental, novio o ex-novio”. A su vez, los datos del INE (2018), desde 1999 hasta 2005 se basaban en los recogidos por el Instituto de la Mujer, las noticias de prensa y la información recavada por el Ministerio del Interior. A partir del año 2006, según se afirma, el INE extrae los datos a partir de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Las cifras recogidas en el Gráfico 2 contemplan el número de víctimas mortales por violencia de género teniendo en cuenta el año (INE, 2018). Según los datos disponibles, desde el año 2011 hasta la fecha no parece haberse superado la cifra de 61 muertes al año, a lo largo de tres años consecutivos. Cambios legislativos y campañas de prevención pueden haber motivado la reducción de asesinatos de mujeres a manos de sus pareja. Siguiendo esta  idea, tal y como puede observarse, a finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI, se dan dos periodos de tiempo más o menos diferenciados, desde 1999 hasta 2010, cuando encontramos cifras comprendidas entre las 50 (año 2001) y las 76 (año 2008) víctimas mortales. En cuanto al segundo periodo, desde el 2011 hasta 2017, la cifra mínima es de 49 mujeres asesinadas (año 2016) hasta la alcanzar la cifra máxima, que asciende a un total de 61 mujeres asesinadas en el año 2011. Por tanto, parece ser que en los últimos siete años, estamos ante un panorama tendente a no superar las 61 víctimas mortales, pese a estar dándose una fase de incremento en el número total las denuncias.
¿Cuántas de las víctimas que han muerto habían presentado denuncia?

De acuerdo con las Fichas Resumen de Víctimas Mortales que proporciona el Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales e Igualdad no es hasta 2006 cuando comienza a facilitarse el porcentaje de personas que mueren a manos de su pareja o ex pareja y que, a la vez, habían denunciado por violencia de género. De acuerdo con los datos disponibles del INE (2018), el porcentaje  de mujeres que habían denunciado y que ahora están muertas oscila entre el 19.2% (2012) y el 34,7 % (2016) (ver gráfico 3).



De todo ello se desprende que, aunque seguramente sea más casualidad que causalidad, según parece, en el año 2016 se alcanzó el mayor porcentaje de mujeres fallecidas que habían denunciado (34,7%) desde 1999 hasta 2017. Ese mismo año 2016 se registró la cifra más baja de mujeres muertas por violencia de género; un total de 49 víctimas (tomando el intervalo de 1999 hasta 2017). Por tanto, a tenor de este dato, y como hipótesis podría afirmarse que cuando las víctimas mortales denuncian más, mueren menos. 

Dando respuesta a la pregunta inicial, en cifras totales, en el año 2016, de 49 mujeres que  murieron a manos de sus parejas o ex parejas, en 17 casos se había puesto denuncia; en trece de ellos las víctimas habían denunciado directamente, siendo 4 las denuncias presentadas por otras personas. En cuanto al año 2017, se produjeron 51 víctimas mortales, 11 de ellas habían denunciado directamente, tan sólo en un caso la denuncia la puso una tercera persona.

Ahora bien, como hipótesis a cuestionar, es posible que un mayor número de denuncias reduzca las probabilidades de que se produzcan menos feminicidios. En esta misma línea, ya se ha comentado que, según el caso, existen evidencias científicas que sugieren que aquellos maltratadores que incumplen las órdenes de alejamiento por violencia de género tienen una mayor probabilidad de volver a agredir a sus parejas. Lógicamente para que haya orden de alejamiento, en primer lugar ha de haber denuncia. El cómo, dónde y con quién ir a denunciar es una cuestión de tremenda importancia, tanta que se abordará en artículos futuros. 

Fuentes:
2 Organización Panamericana de la Salud (2013). Femicidio.Comprender y abordar la violencia contra las mujeres. http://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/98828/WHO_RHR_12.38_spa.pdf?sequence=1